Shirley Arnao (Shishi).
Declaración jurada de un testigo presencial.Chimó, azafrán y onoto sobre cartulina.
50x70 cms.
2018.
Yo estaba ahí cuando se rompieron esos corazones. También el mío caía desgajado sobre el suelo, en un coro de llantos y silencios que se ha extendido por años en un macabro estribillo. Los que se van... los que se quedan. Hay fragmentos de latidos en todas partes.
Yo estaba ahí cuando los primeros caídos se fueron para siempre sin despedirse. Vi cuando los verdugos acariciaban sus cuchillas sonrientes mientras los reos rebeldes forcejeaban; vi que algunos no creyeron en la nefasta profecía; otros, confundidos, se resignaron apostando a la fe; otros se postraron y entregaron con premura su libre determinación a cambio de un respiro.
Yo escuché los gritos y las oraciones, algunos provenían de mí. Sé de las aves que lloran su socavada selva y sé de los barcos que en silencio se hunden. Sé que gente sin alma extrae de la tierra profunda un néctar vital, y con éste riega tierras extrañas e infértiles que sólo dan piedras mudas y sordas destinadas a lapidar. Sin reparo ni pudor también salpican estas lajas con nuestra sangre y nuestro llanto.
Doy fe, su señoría, de la libertad interior de muchos presos; y también de la prisión de muchos cuerpos libres que esclavizados deambulan por las calles. Sí, yo estuve ahí cuando la cadena cayó con su grillete junto a una bolsa de alimentos para algunos, y para pocos días, y he visto cómo se pesca en río revuelto usando una credencial como carnada. Peces que sólo escamas soberanas son, con una cola muerta y una cabeza llena de dientes. He visto el vacío en la mirada de los enfermos, y he visto a los enfermos irse con su vacío.
Soy testigo, señores del jurado, de estos siniestros crímenes. Y soy testigo de muchos más. Pero también soy testigo del amor que en muchos corazones permanece. Soy testigo de la lealtad y de la buena voluntad. Soy testigo de la decencia y la solidaridad. Soy testigo de nuestra sed de justicia. Juraré con mi último aliento que los hechos son ciertos y nuestra súplica sincera.
Pido al mundo que hoy susurra en esta sala ¡que abra sus ojos! …y nos devuelva la mirada; que estreche nuestra mano y preserve nuestro aliento, pues como testigo presencial también doy fe de nuestra capacidad de agradecimiento. Venezuela vale la pena.
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