Aníbal Martino.
La vieja casa del hato.
Óleo sobre lienzo.
75 x 100 cms.
2000.
La vieja casa del hato
Sigues pertinaz en tu errado empeño
de luchar contra el terco devenir,
deseando, quizás, como en un ensueño,
ser la sempiterna y jamás morir.
Yaces ahí, olvidada, sin dueño,
desvencijada y sin poder fingir
que tu primacía perdió su gloria,
y traspasó ya el umbral de la historia.
Venciste al avatar con tu templanza,
al aluvión jamás diste esperanza,
ni la cuita albergó en tus corrales.
Hoy tú, vieja y descuajada alquería,
eres solo una triste alegoría
de tus reminiscencias ancestrales.
Están aún los largos corredores,
silentes cómplices de mis mejores
y sagrados recuerdos vivenciales.
De la quiquila y su amplia enramada,
que de sombras inundaba la entrada,
quedan sólo vestigios otoñales.
Guarda ahí el viejo caney de los peones
vivencias de un ayer que fue glorioso,
testigo fue de cuentos y canciones,
de jergas y juegos amistosos.
Y tantas veces, como cual hechizo,
cada vez que visito aquel erial,
desde lejos siento que diviso
la tierna figura de don Pascual.
Aníbal Martino.
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